Las redes eléctricas inteligentes se presentan como una solución a problemas energéticos de las redes actuales. La ciudad inteligente puede ser una realidad de la mano de ellas, pero para eso es necesario identificar desafíos y oportunidades para entrar en acción.
Ver Glosario de siglas
● ARRA (American Recovery and Reinvestment Act): Acta de Reinversión y Recuperación Estadounidense
● DSM (Demand-Side Management): sistema de gestión de demanda
● FLISR (Fault Location, Isolation, and Service Restoration): sistema de localización de averías, aislamiento y restablecimiento del servicio
● IAE: Instituto Argentino de Energía
● IED (Intelligent Electronic Device): dispositivo electrónico inteligente
● LoRa (Long Range): largo alcance
● NILM (Non Intrusive Load Monitoring): monitoreo no intrusivo de carga
● PLC (Power Line Communication): comunicación por la red eléctrica
● REI: red eléctrica inteligente
● RF: radiofrecuencia
● TIC: tecnologías de la información y la comunicación
● WAMPAC (Wide Area Monitoring, Protection and Control): sistema de monitoreo, protección y control de área amplia
Una ciudad inteligente incluye millones de dispositivos para el monitoreo en tiempo real de tráfico, de clima, de seguridad, de contaminación, etc., tanto como edificios inteligentes y, lo más importante para este artículo, gestión eficiente de la energía.
En 1994, Ámsterdam (Países Bajos) se convirtió en la primera ciudad en integrar tecnología avanzada para la gestión urbana, sobre todo con redes de sensores. De la mano del nuevo milenio, aparecieron las iniciativas de grandes compañías como IBM y Cisco, entre otras, con nuevos centros de innovación y proyectos piloto concretos, y a partir de allí, un aluvión de desarrollo e implementación de tecnologías con el mismo fin, de parte de diversos desarrolladores y en distintas partes del mundo: Yokohama (Japón) en 2010, China en 2013, Viena (Austria) en 2014, y la lista continúa.
Hoy en día, existe el índice Cities in Motion (‘ciudades en movimiento’), elaborado por la Universidad de Navarra (España), que jerarquiza 183 ciudades a partir de un modelo de agregación ponderada de las nueve dimensiones esenciales para una ciudad: gobernanza, planificación urbana, tecnología, ambiente, proyección internacional, cohesión social, salud, economía, movilidad y transporte. El podio lo ocupan Londres (Inglaterra), Nueva York (Estados Unidos) y París (Francia). Buenos Aires aparece en el puesto 115; Rosario, en el 139, y Córdoba, en el 142, únicas ciudades argentinas del ránking.
Sin embargo, en la actualidad, en la mayoría de los casos, la red eléctrica conserva una estructura jerárquica dominada por la generación centralizada, la poca o nula participación de los clientes, bajo nivel de automatización en la distribución y poca flexibilidad. Ninguna de estas características comulga con la ciudad inteligente.
Una red de energía apropiada para las urbes del futuro debe ser eficiente y resiliente; capaz de gestionar la demanda, priorizando necesidades en situaciones de emergencia (servicios críticos, hospitales, seguridad); relacionada directamente con la energía, pero también con otros servicios (por ejemplo, agua corriente) y movilidad urbana, y dar respuestas funcionales rápidamente en contextos críticos. En pocas palabras, la red de distribución eléctrica debe ser “inteligente”.
A fin de cumplir su función, integra TIC a fin de obtener información en tiempo real, con comunicación bidireccional a través de medidores inteligentes de consumo, tarifas, etc.
Además, la principal fuente de generación son las energías renovables, con un flujo de energía bidireccional acompañado de sistemas de almacenamiento de la energía.
Respecto de los componentes de una REI se pueden identificar en tres grupos:
- TIC. Soporte de hardware y software que garantice, por un lado, la bidireccionalidad de la información, por otro, la seguridad, escalabilidad e interoperabilidad de la red, siempre con base en arquitecturas abiertas que impidan que ciertos componentes sean exclusivos de un fabricante.
- Tecnologías de medición, control y automatización: medidores inteligentes, IED de maniobra y demanda que permitan implementar esquemas de FLISR de forma automática, PMU que desplieguen las WAMPAC, software y aplicaciones.
- Electrónica de potencia y almacenamiento de energía: dispositivos de potencia que interconecten fuentes de energía renovable; filtros activos que controlan y mejoran la calidad de la energía, y sistemas de almacenamiento de la energía.
Así planteadas, las REI traen consigo nuevas funciones que no existen en las redes tradicionales (ver figura 3).
Por ejemplo, con medidores de energía instalados en distintos puntos, midiendo también la salida del transformador, es posible hacer balances que permitirán mejorar el servicio y resolver problemas actuales como la degradación de la calidad de la energía eléctrica debido a la saturación del núcleo del transformador y el aumento de la distorsión de la forma de onda, que conducen a la reducción de la vida útil del transformador y el aumento de las interrupciones de tensión y/o variaciones de los niveles de tensión para cada fase (aumento del desequilibrio), entre otras. Permite, además, identificar en qué fase está conectado cada cliente en tiempo real.
Asimismo, el monitoreo NILM, es decir, la idea de desagregar consumos de energía de diferentes dispositivos a partir de una única medición, será interesante para que clientes finales que pueden identificar a qué partes de la casa, comercio o industria corresponden sus mayores y menores consumos.
Respecto de la demanda, DSM comprende una serie de estrategias para modificarla a través de incentivos financieros y cambios de comportamiento de los clientes a través de la educación. El objetivo es alentar que el cliente utilice menos energía durante las horas pico, o desplazar ese uso de la energía a horas valle como la noche y los fines de semana. También permite balancear las generación y consumo en casos donde hay fuerte presencia de energías renovables. Medidas tales han demostrado que es posible reducir entre el 9 y el 15% el pico de carga, lo que conlleva un gasto menor de infraestructura. Y a los mismos clientes, un ahorro similar, entre el 7 y el 14%.
Funcionalidades nuevas de asistencia de personas también estarán bajo el gran paraguas de las REI: identificar consumos anormales, detectar presencia, climatización, apagar dispositivos que no se usan en forma automática, control de iluminación, hacer un uso más eficiente de dispositivos, alarmas predictivas por posibles fallos en dispositivos, identificación de rutinas ineficientes, etc.
Los combustibles fósiles han sido, y lo son hasta hoy, la fuente tradicional para atender la demanda, pero han traído consigo un gran problema: el cambio climático. Una estrategia para revertir el malestar ambiental es recurrir a las fuentes de energía renovable. A la vez, estas no están exentas de problemas como la variabilidad del recurso (intermitencia) y la disponibilidad geográfica, todas cuestiones que la gestión de una REI debería subsanar.
Mucha inversión y muchos medidores es lo que se necesita, y en el marco del panorama actual, no es claro cuál es el impacto en la eficiencia energética, puesto que la implementación de las REI no sigue un plan armónico y coordinado a nivel mundial, sino que se está materializando por regiones o países que tienen diferentes características.
Sirvan algunos ejemplos para ilustrar lo dicho. Uno de los proyectos de REI más importante de la última década fue el de Central Point Energy en Houston (Estados Unidos). Consistió en instalar medidores inteligentes y automatizar parte de la red de distribución. Los reportes posteriores arrojaron como resultado un ahorro de 101 millones de minutos de energía y más de un millón de establecimientos de servicio sin reclamos telefónicos previos, entre otros beneficios asociados a infraestructura, medidores, confiabilidad en el sistema, comunicación con el cliente e impacto ambiental.
En paralelo, desde el ARRA, el gobierno estadounidense desplegó un paquete de estímulos económicos para el periodo 2009-2019 destinado también a las REI, entre otras áreas. Según un reporte del Departamento de Energía de ese país, dieciocho empresas de servicios públicos que desplegaron sistemas FLISR con esos fondos informaron que habían evitado 197.000 desplazamientos de cuadrillas de operarios, equivalentes a 5,5 millones de kilómetros recorridos por vehículos, entre 2011 y 2015. Según la compañía eléctrica, de Tennessee, fue la tecnología de conmutación automática la que evitó 23 millones de dólares en daños a los clientes a causa de un fuerte temporal ocurrido en 2012. Y la empresa de energía de Oklahoma enfatizó en el dato de que 823.000 medidores inteligentes y un programa de tarifas diferenciadas por horario redujeron el 33% del consumo de energía en horas pico, un ahorro de 70 MW en la demanda.
En España, Iberdrola anunció la reducción de la duración promedio de los cortes de electricidad a los clientes de la zona de Castilla-La Mancha, pasando de 45 minutos entre enero y julio de 2014 a 37 durante el mismo periodo de 2015. Esto representa una mejora del 18% en la calidad del servicio eléctrico. En general, en Europa se observa una caída muy fuerte en todos los índices (ver figura 4).
El aspecto económico, por ejemplo, tiene peso en la percepción social en función del país y la forma en que se hace la instalación de los medidores inteligentes. El hecho de que los clientes pueden decidir en tiempo real sobre su consumo puede ser el que le dé la bienvenida a las REI en las comunidades.
Sin embargo, la mayor inquietud llega por el posible impacto negativo en el mercado laboral porque las REI necesitan menos servicios de personal (tareas de lectura de medidores, atención de reclamos, etc.). A la vez, la instalación de sistemas inteligentes genera nuevas necesidades para puestos de trabajo nuevos, aunque más calificados y que requieren capacitación constante de las personas.
Vale mencionar también que aún más sensible es el desafío de la seguridad de la información: explotación de información con fines comerciales, alteración de datos, violación de la privacidad, etc. son nuevos peligros que exigen a las REI mejorar protocolos, algoritmos de encriptación, validación, etc. Además, el problema se ha potenciado de la mano de la evolución de los algoritmos de aprendizaje automático que identifican patrones de consumo y luego distinguen rutinas, eventos anómalos, ausencias, cambios de perfiles, etc.
En Argentina no se han realizado estudios exhaustivos sobre este tema ni tampoco hay fácil acceso a datos públicos al respecto. Aunque bien vale mencionar algunos proyectos piloto que fueron pioneros como Amstrong (Santa Fe), Salta, Gral. San Martín (Mendoza).
Actualmente, se observa sobre todo en Córdoba, cooperativas y pequeñas distribuidoras que han hecho instalaciones de medidores inteligentes para atender demandas puntuales.
Como rasgo general se han tratado de esfuerzos descoordinados en el marco de un contexto socioeconómico poco alentador, donde existe una importante brecha digital en la población del país que condiciona el despliegue de los medidores inteligentes.
Si el cliente no puede aprovechar las nuevas funcionalidades del dispositivo, ya sea por limitaciones económicas o de acceso (o ambas), los objetivos buscados por las REI no se podrán lograr completamente.

Además, presenta oportunidades de crecimiento para la industria regional, tanto en el desarrollo de equipos y software como en la provisión de servicios de comunicaciones y almacenamiento de datos.
El presente artículo fue elaborado por Alejandra Bocchio, de la redacción de Editores SRL, en base a parte de la presentación oral homónima que Patricio G. Donato llevó a cabo en el Foro de Ingeniería Eléctrica celebrado en Córdoba los días 15 y 16 de octubre de 2024.