Nota técnica | La obsolescencia programada y sus desechos

Por Arq. Marta Micaela Gómez, Universidad Católica de Santa Fe

Resumen

Este artículo intenta hacernos reflexionar sobre algunos temas: ¿cuál es la verdadera vida útil de los objetos que utilizamos? ¿Existe la obsolescencia programada? ¿Qué estamos haciendo para reducir los objetos electrónicos que desechamos continuamente?

1. Introducción

En Livermore (California, Estados Unidos), en un pequeño cuartel de bomberos, existe la bombilla más duradera de la historia: una lámpara incandescente que iluminó por primera vez en el año 1901.
Todos nos preguntamos cómo es esto posible. Reconocemos que una lámpara sólo dura meses. Parece ser que la anchura del filamento, la tensión a la que ha sido sometida y las pocas veces de apagado y encendido han sido las razones técnicas, pero el cartel Phoebus, de los años ‘30, explica por qué no se ha generalizado: firmado por todos los fabricantes de bombillas, se pactó que nunca durasen más de mil horas para garantizar su producción.
La bombilla centenaria desencadena aún hoy un extenso debate sobre la obsolescencia programada. Es decir, que el producto esté diseñado para deteriorarse al cabo de un tiempo. Pero, ¿existe realmente? ¿Se usa la tecnología de un modo racional?

2. Qué es obsolescencia, contexto histórico

Se puede definir obsolescencia programada como el intento por parte del fabricante de un producto tecnológico de reducir el ciclo de vida del mismo.
Se considera que el origen se remonta a 1932, cuando Bernard London proponía terminar con la Gran Depresión lucrando a costa de la sociedad a través de la obsolescencia planificada y obligada por ley (aunque nunca se llevó a cabo). Sin embargo, el término fue popularizado por primera vez en 1954 por Brook Stevens, un diseñador industrial estadounidense. Stevens tenía previsto dar una charla en una conferencia de publicidad en Minneapolis, y sin pensarlo mucho utilizó el concepto para el título de su charla.
La etapa inicial de la obsolescencia programada se desarrolló entre 1920 y 1930, cuando la producción en masa empezó a forjar un nuevo modelo de mercado en el cual el análisis detallado de cada sector deviene en factor fundamental para lograr buen éxito.
La elección de fabricar productos que se vuelvan obsoletos de manera premeditada puede influir enormemente en la decisión de ciertas empresas acerca de su arquitectura interna de producción.
Así, la compañía ha de considerar si utilizar componentes tecnológicos más baratos satisface o no la proyección de vida útil que esté interesada en dotar a sus productos. Estas decisiones forman parte de una disciplina conocida como Ingeniería del Valor.
Años atrás, se acusaba a la industria de fomentar esta obsolescencia programada, sin embargo, hoy son los usuarios los que no esperan a agotar la vida útil de dispositivos electrónicos como, por ejemplo, los teléfonos. En España, por ejemplo, según datos aportados por la tienda en línea locompramos.es, se venden al año unos 200.000 teléfonos celulares. Aunque se estima que su periodo de vida podría ser de unos cinco años, el 75% de los usuarios cambia su dispositivo antes de que deje de funcionar o se estropee.
La industria y los consumidores tienen culpa por igual. A la primera no le interesa que los aparatos tecnológicos duren mucho tiempo, pero sus clientes tampoco tienen un especial interés en cambiar esta situación. Aunque se podría hacer mucho más por prolongar la vida útil, si el consumidor no lo exige, no se hace.
Algunas de las técnicas de obsolescencia indirecta que se pueden encontrar en el mercado guardan relación con las actualizaciones de software, como usuario no se sabe.

3. Tipos de obsolescencias

Vance Packard (sociólogo estadounidense del siglo XX), en su obra The waste makers clasifica por tipos a la obsolescencia:

  • Función: cuando un producto sustituye a otro por su funcionalidad superior.
  • Calidad: cuando el producto se vuelve obsoleto por un mal funcionamiento programado. Deseo: ocurre cuando el producto, aun siendo completamente funcional y no habiendo sustituto mejor, deja de ser deseado por moda o estilo, y se le asignan valores despectivos que disminuyen su deseo de compra y animan a su sustitución.
  • Incorporada: la primera de ellas, podría fácilmente ser considerada como un delito, ya que provoca un perjuicio económico a los usuarios que adquieren el producto con expectativas de duración y disponibilidad. Es fuente de controversia y es la forma más tratada en todas las fuentes de información.
  • Psicológica: utilizada en un gran número de electrodomésticos, los fabricantes promueven nuevos productos en función de la moda y el lujo, haciendo que los modelos anteriores no sean atractivos. Es común en la industria de la moda, y cada vez más, en la de los bienes de consumo.
  • Tecnológica: es la actualización continua y rápida de productos que necesitan actualizaciones de software.

En el mes de octubre del 2014, Francia dio un paso de gigante al legislar contra la obsolescencia programada; ha abierto el camino y encabeza la lucha contra ella, pero además, desde la Unión Europea, una directiva aprobada hace dos años obliga al resto de los países a adaptar su normativa para acabar con esta práctica: la Directiva 2012/19 de la Unión Europea sobre residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAESS).
Entre las propuestas presentadas, se destaca la prohibición de la obsolescencia programada y la fomentación de la reparación de los dispositivos electrónicos, ya que poner trabas al arreglo es otra artimaña que usan las empresas para sentenciar la muerte de un producto.

4. Costo ambiental

El problema se basa en la gran cantidad de residuos que se originan actualmente por el fenómeno comprar - tirar una y otra vez, cada día, en todo el mundo. La ONU reveló que en el mundo somos 7.162.000.000 de habitantes, y el número continúa creciendo: hay un aumento poblacional de 210.000 personas por día. La generación diaria promedio de basura per cápita es de un kilo: alrededor del mundo, en tan sólo un día se generan 7.000.000.000 kilos de desechos.
Los desechos electrónicos constituyen una preocupación creciente en el mundo, al incrementarse la manufactura y el uso de los productos electrónicos sin desarrollarse, al mismo tiempo, esquemas de manejo adecuado para los desechos postconsumo.
El problema aumenta con la aparición de las nuevas computadoras, televisores de alta definición y muchos productos electrónicos; no olvidemos que contienen sustancias que pueden ser tóxicas para el ser humano, como zinc, cadmio, níquel, plomo y mercurio, que en general no reciben una adecuada disposición.
El objetivo de la obsolescencia programada es el lucro económico. Por ello, otros objetivos como la conservación del medioambiente pasan a un segundo plano en la agenda de prioridades.
La falta de una gestión adecuada de los productos manufacturados que se vuelven obsoletos constituye un foco de contaminación. Es una consecuencia del sistema de producción y económico contemporáneo, que promueve el consumo creciente.
Por ello, la sostenibilidad de este modelo a largo plazo es discutida. Además, países del tercer mundo están siendo usados como vertedero de todos estos productos inservibles, lo que está generando una considerable contaminación y destrucción del paisaje en dichos países.

5. Conclusiones

La obsolescencia programada genera compras de sustitución e ingresos para las compañías.
Es positivo que Francia haya abierto el camino en la lucha contra la obsolescencia programada, y a pesar de que la directiva europea no menciona expresamente el concepto de obsolescencia programada, sí obliga a los estados a animar a las empresas a que fabriquen con componentes reutilizables y que los productores no impidan, mediante características de diseño específicas o procesos de fabricación específicos, la reutilización.
Acabar con la obsolescencia programada depende de la evolución de cada producto, de su incorporación a la vida de las personas, que determina el propio interés de las empresas y el beneficio que pueden obtener.
En definitiva, deberíamos cambiar nuestro modo de vivir y, en esta sociedad consumista, ¿será posible terminar o disminuir la obsolescencia programada?

Bibliografía

González García, López Cerezo, Luján, ”Las concepciones de la tecnología” en Ciencia, Tecnología y Sustentabilidad. El Escorial, julio 2004.
Rojo, E. I. (2007). El debate sobre la “Gran Divergencia” y las bases institucionales del desarrollo económico. Investigaciones de Historia Económica, 3(7), 133-160.
Sellens, J. T. (2009). “Conocimiento, redes y actividad económica: un análisis de los efectos de red en la economía del conocimiento.” en UOC Papers, Revista Sobre la Sociedad del Conocimiento, 1-24.

 

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