Prof. Luis Miravalles
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Figura 1. Adaptador “victoria”, transición de rosca edison (E27) a ficha de dos espigas redondas Figura 2. Terminal aluminio-cobre, también se puede usar terminal de aluminio interponiendo arandela bimetálica Figura 2a. “Preensamblado” en llamas por calentamiento en la transición (de paso, podemos recordar por qué no hay que instalar preensamblados en interiores) Figura 3. Caja de chapa amurada sobre fachada (exterior) con mortero que contiene cal, garantía de corrosión
“No hay que cambiar de caballo en medio del río” reza el dicho popular. Pero a veces no hay más remedio: tal es el caso de los viejos electricistas acostumbrados a “solo cobre” y que en la primera de cambio nos topamos con el aluminio. O con instalaciones interiores que de golpe nos llevan a poner una tortuga exterior, etcétera. Cabe aquí preguntarse si el cambio de caballo debiera hacerse antes o después, no en medio del río.
Rosca-enchufe
“Luz eléctrica”: así era conocido el servicio eléctrico en la prehistoria; cables bifilares flexibles tela y goma que alimentaban el portalámpara a través de un interruptor rotativo en porcelana. Todo bien, hasta que la patrona exigió el reemplazo de la plancha a carbón por la eléctrica. Ahí el tipo se avivó de que la instalación carecía de tomas y el ferretero le vendió “un victoria”, primera transición conocida y antecedente de los fatídicos “triples” y de las no menos incendiarias “zapatillas” antirreglamentarias (sin interruptor térmico).
El victoria ofrecía, sin embargo, una manera incidental de seguridad redundante para cuando la patrona se iba a Córdoba olvidando la plancha enchufada. Si tenías suerte y la plancha perforaba la madera carbonizada de la mesa del comedor sin incendiarla, cayendo por el propio agujero hecho cenizas, y si la “ficha de plancha” no se desconectaba por gravedad, seguro que la menor presión de contactos del victoria operaba la autodesconexión salvadora.
Aluminio-cobre
“En ese orden” es lo que los graciosos suelen responder a la pregunta “¿blanco o tinto?”. Acá el orden es aguas abajo. La línea de distribución y/o la línea aérea o subterránea toma-edificación suele ser de aluminio, mientras que la instalación interna es de cobre, y esta transición comporta un contacto de alta intensidad de corriente entre dos metales de electropositividad desigual cuya diferencia de potencial tiende a ir degradando el contacto, tanto más cuanto mayor sea su exposición a la humedad y a los agentes químicos, degradación que a su vez sufre un incremento inversamente proporcional a la presión y a la superficie de contacto. Y como si todo esto fuera poco, la degradación antes mencionada al aumentar la resistencia de contacto genera calor proporcional al cuadrado de la corriente, cuyo incremento de temperatura lleva a la destrucción del contacto no sin antes haber propagado el daño a los componentes próximos.
Figura 4a. Habrá que esperar algunas lluvias para que lágrimas de óxido decoren el revoque sintético Chapa-revoque
Las canalizaciones bajo hormigón ejecutadas con caños y cajas metálicas están protegidas de la corrosión por el propio hormigón. No ocurre lo mismo cuando la caja metálica es amurada con mortero que contiene cal; esta pésima costumbre de amurar “con lo que haya” favorece la corrosión. O si no, emplear canalizaciones y cajas plásticas (¡siempre certificadas, eh!)
Interior-exterior...
...y viceversa. Es el caso del artefacto de iluminación que oculta, pero no sella, la caja. Los cables unifilares de calidad para uso interior suelen “bancarse cualquiera” (la prueba de tensión en fábrica se hace bajo agua), no así cajas metálicas y tornillería. Y ni hablar de algunas transiciones dirección bajo piso o bajo pastito (¡hay palas muy filosas!).
Esquema. Aguas arriba, aluminio; aguas abajo, cobre. En este ejemplo, se deberá emplear terminales bimetálicos para entrar a los fusibles, o bien arandelas bimetálicas. Especial cuidado con la transición de neutro, haya o no puesta a tierra de refuerzo. Recomendaciones
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