Nuevos virus, viejos virus

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Empecemos por lo obvio: lo que sucede no tiene precedentes. No hay de dónde agarrarse. No hay recetas. Como suele decirse, “se nos quemaron los papeles”, una manera metafórica de decir que no hay respuestas a la mano para enfrentar tamaña situación.
Los problemas técnicos son más fáciles: tengo un problema, llamo al experto, da su solución o aplicamos un protocolo conocido… Y solucionado el problema técnico.
¿Pero, y ahora? ¿Cómo actuamos? ¿Cómo respondemos? ¿Cómo se enfrenta, se adapta, maneja, el negocio, la empresa, la familia, ante semejante situación?
Un agente externo, invisible, nos amenaza. Tenemos recomendaciones muy claras para responder desde el punto de vista médico. Pero como líderes de negocios, empresas, familias, ¿cómo no vamos a conducir? Ante la incertidumbre creciente, la angustia, el miedo, el sentimiento de vulnerabilidad, el sentimiento de pérdida de futuro, ¿cómo nos vamos a conducir?.
Un agente externo, invisible, nos amenaza. Tenemos recomendaciones muy claras para responder desde el punto de vista médico. Pero como líderes de negocios, empresas, familias, ¿cómo no vamos a conducir?
Una manera de responder es con ciertos virus que llevamos dentro, y son conocidos, por viejos. Sembrar más miedo. Sembrar pesimismo. Ponerse más ansioso que los ansiosos. Negar la realidad. Infundir más incertidumbre. Abandonar. Acusar al país. No estar disponibles para escuchar y acompañar. Cada uno puede agregar a la lista actitudes y conductas que profundizan la crisis, y a las que recurrimos en situaciones de normalidad como pan de todos los días. Como dice la metáfora, cuando baja la marea, se nota quiénes están desnudos.
Entonces, ¿qué podemos hacer? Liderar. Como nunca, asumir nuestro rol de líderes. Nuestra gente espera de nosotros acompañamiento, la cercanía que sea posible. Esto significa acompañar, estar disponibles para escuchar. No es simplemente decir “hagan teletrabajo”, sino mostrarse cerca pese a la distancia.
Entonces, ¿qué podemos hacer? Liderar. Como nunca, asumir nuestro rol de líderes.
El día después, porque habrá un día después, tenemos que transmitir esperanza no exenta de cuidados y dosis de realismo. Pero existe el día después si cumplimos con lo que nos indican. De nada sirve infundir pesimismo, altas dosis de negativismo. Por lo tanto, no abandonar ni dejarse llevar por la propia sensación de “se acaba el mundo”.
Construir confianza, se deduce de lo anterior. Es nuestro rol fomentar confianza y tranquilidad. Mantener un nivel alto de moral, que se ve amenazada por la gran incertidumbre y sentimiento de vulnerabilidad a los que estamos expuestos.
El día después, porque habrá un día después, tenemos que transmitir esperanza no exenta de cuidados y dosis de realismo.
Pensar y hablar. El pensamiento, las palabras, se transforman en un cerco para los sentimientos más primarios. Como líderes tenemos que generar espacios de conversación, prácticas que brinden una especie de oasis ante tanto impacto traumático. Hacer de la organización de modo virtual un lugar un refugio ante la desolación.
No hay fórmulas. Como nunca, acá no hay recetas. Estar cerca. Acompañar. Liderar. Hablar y escuchar. Enseñar. Ayudar a ocupar el tiempo.
No hay recetas. Pero hay actitudes. Para combatir los virus, nuevos y viejos, que según como actuemos, nos van a reconocer.
Nuestro futuro depende de eso. Para cuando esto termine, y otros recuerden lo que hicimos ahora.

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